SOS Rural denuncia prácticas de especulación y presiones económicas sobre agricultores en Andalucía por el auge de megaproyectos fotovoltaicos
La expansión de la energía solar genera controversia en tierras agrícolas andaluzas
La instalación de megaproyectos solares en zonas rurales de Andalucía, específicamente en el Valle del Guadalquivir, ha generado preocupación entre agricultores y organizaciones locales. La plataforma SOS Rural, una red de asociaciones que aboga por la defensa de la economía rural en España, ha emitido un comunicado en el que denuncia prácticas de especulación y coacción en la adquisición de tierras para estas infraestructuras de energía fotovoltaica.
Según SOS Rural, los promotores solares estarían adquiriendo tierras agrícolas a precios bajos (entre 1.000 y 1.500 euros por hectárea) para luego subarrendarlas a fondos de inversión por hasta 10.000 euros la hectárea, multiplicando su valor original diez veces. Esto genera una situación en la que los agricultores, a menudo con menos recursos, ven disminuidas sus opciones, ya que no pueden competir con las rentas ofrecidas por las grandes empresas energéticas. Este fenómeno ha sido denominado como “gentrificación fotovoltaica”, en un paralelismo con la expulsión de poblaciones de bajo poder adquisitivo en zonas urbanas afectadas por la gentrificación.
“La ‘gentrificación fotovoltaica’ desplaza a los agricultores tradicionales mientras multiplica el valor de la tierra para las empresas solares.”
Estrategias empresariales y conflictos legales
demás de los efectos económicos, SOS Rural denuncia que las empresas están fragmentando artificialmente los proyectos solares para evitar la tramitación ambiental ordinaria, más exigente en requisitos legales y de impacto ambiental. Al presentar los proyectos en partes menores a 50 megavatios, las empresas eluden los controles estatales y se someten solo a la supervisión autonómica, lo cual facilita la obtención de permisos con un proceso de evaluación menos exhaustivo.
A la situación se suma el riesgo de expropiación forzosa, ya que, una vez que las plantas solares son declaradas de “utilidad pública”, los agricultores deben elegir entre aceptar el trato ofrecido por las empresas o arriesgarse a perder sus tierras a un precio aún menor. En este contexto, la reciente declaración de utilidad pública de una planta solar de 49,9 megavatios, a cargo de la empresa Greenalia Solar Power Zumajo II SLU en Jaén, ha suscitado preocupaciones sobre la sostenibilidad y el impacto de estos megaproyectos en la agricultura tradicional.
“Los proyectos solares se fraccionan para eludir el control estatal y los estudios de impacto ambiental exigentes.”
Impacto medioambiental y pérdida de tierras cultivables
En cuanto al impacto ecológico, la construcción de estas instalaciones en tierras agrícolas podría conllevar la pérdida de miles de hectáreas de cultivo, principalmente de olivos. En la comarca de la Campiña Norte de Jaén, se estima que, de seguir adelante los proyectos planeados, alrededor de 3.222 hectáreas y hasta 320.000 olivos quedarían inutilizados. Esto no solo afectaría la economía local, sino que también amenaza la biodiversidad y altera el equilibrio ecológico en una región con larga tradición agrícola.
Además, estudios recientes como el realizado por GAD3 indican que más de la mitad de los españoles (56%) se oponen a la instalación de plantas solares en terrenos agrícolas, sugiriendo que existe una sensibilidad pública hacia la preservación de estas tierras frente a su uso industrial.
Hacia un equilibrio entre energía renovable y sostenibilidad rural
Este conflicto entre el desarrollo de energías renovables y la preservación del campo español refleja la falta de un marco regulatorio específico que proteja las tierras agrícolas del avance de las infraestructuras solares. SOS Rural advierte que, sin esta protección, España corre el riesgo de comprometer su autonomía alimentaria en beneficio de la independencia energética.
Representantes de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF) y la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE) también han expresado su preocupación por las consecuencias de estas prácticas empresariales. Aunque algunos argumentan que las tierras en monocultivo intensivo pueden beneficiarse de un “descanso” temporal bajo las instalaciones solares, expertos destacan la importancia de realizar estudios de impacto acumulativo y de implementar mejores prácticas en la planificación de estas infraestructuras para minimizar los daños al medioambiente y a la comunidad agrícola local.
En conclusión, el crecimiento de la energía solar en Andalucía plantea desafíos complejos, donde la necesidad de energías limpias debe equilibrarse con la preservación de las actividades rurales y los ecosistemas. La creación de políticas que protejan las tierras agrícolas y establezcan regulaciones claras será fundamental para lograr una transición energética justa y sostenible en el campo español.