Bianca Dragomir, directora de Cleantech for Iberia, ha valorado de forma positiva el reciente anuncio de la Comisión Europea de mantener el objetivo de reducción del 90% de las emisiones para 2040, una meta ambiciosa que, según destaca, refuerza el liderazgo climático de Europa y su credibilidad internacional de cara a la COP30.
Sin embargo, Dragomir alerta de que esta ambición debe traducirse en una implementación rápida y concreta del Clean Industrial Deal, con políticas que impulsen la demanda de tecnologías limpias europeas y reduzcan el riesgo para la inversión privada en cleantech. “Necesitamos pasar de objetivos a la acción. Solo así lograremos ese equilibrio imprescindible entre construir una industria limpia y competitiva, fortalecer nuestra autonomía estratégica y alcanzar los compromisos climáticos”, subraya.
Uno de los puntos clave para lograr este avance es la fijación del precio del carbono, un aspecto que, para Dragomir, debe integrarse correctamente con el Sistema Europeo de Comercio de Derechos de Emisión (ETS). Advierte que un precio demasiado bajo o volátil socavaría el incentivo esencial para la descarbonización industrial.
Además, remarca que una transición industrial limpia no será posible sin el impulso a las scale-ups de tecnología limpia, ya que son estas empresas las que están desarrollando las soluciones necesarias para descarbonizar sectores clave como la industria, la electricidad, la agricultura, el transporte o los edificios. “No solo generan innovación: están creando los empleos del futuro, aumentando la productividad y abriendo nuevos mercados. Por eso es imprescindible que el ecosistema cleantech forme parte del diseño de las políticas industriales y climáticas”, insiste.
Para escalar estas soluciones, la directora de Cleantech for Iberia señala que Europa ya dispone de la tecnología y del capital, pero necesita marcos regulatorios más ágiles, políticas estables y una estrategia industrial ambiciosa que sitúe a las cleantech como pilar de la competitividad. Tecnologías como las baterías de nueva generación, la geotermia avanzada, el hidrógeno renovable, los combustibles sintéticos o el reciclaje de materiales críticos, son ejemplos claros de la capacidad europea para liderar la transición.
No obstante, Dragomir hace hincapié en que la red eléctrica es el verdadero cuello de botella de esta transformación. Tal y como señala en el informe No Green Deal without a Grid Deal, publicado recientemente por la iniciativa, la limitación ya no está en la tecnología, sino en la infraestructura para integrarla. Las scale-ups están preparadas, pero se enfrentan a obstáculos como la lentitud en la planificación, la dificultad de conexión y la falta de visibilidad sobre la inversión en redes eléctricas.
“Sin redes, no hay electrificación ni transición real”, afirma. Por ello, aboga por una política industrial europea clara en torno a las redes eléctricas, que incluya reformas en los incentivos a operadores, digitalización de infraestructuras, agilidad en los permisos y eliminación de cuellos de botella. Este “Grid Deal europeo” es, en su opinión, una condición previa para el desarrollo de nuevas industrias limpias y la electrificación del continente.
Finalmente, Dragomir destaca el papel estratégico que pueden desempeñar España y Portugal como líderes de esta revolución industrial limpia. Gracias a su alto potencial en energías renovables, infraestructuras clave, talento emprendedor y un ecosistema creciente de startups climáticas, la Península Ibérica está llamada a convertirse en el gran laboratorio europeo del net-zero. Pero, advierte, esto solo será posible si va acompañado de políticas industriales específicas, inversión pública decidida y eliminación de barreras regulatorias.