Un apagón sin precedentes ha dejado a millones de personas sin electricidad en la Península Ibérica y otras zonas de Europa, generando preocupación sobre la estabilidad del sistema eléctrico. Aunque aún no se conocen todas las causas, expertos y organismos reguladores apuntan al exceso de energías renovables en la red, sumado a condiciones meteorológicas extremas, como factores clave en el colapso. El incidente reabre el debate sobre la necesidad urgente de reforzar la infraestructura energética con sistemas de respaldo y almacenamiento.
Lo que hasta hace poco se consideraba un escenario improbable, ha terminado por materializarse. Un apagón total ha dejado sin suministro eléctrico a toda la Península Ibérica, parte de Francia y otras regiones del continente europeo, generando una ola de incertidumbre en la ciudadanía, la industria y los mercados. A pesar de que las autoridades aún no han revelado oficialmente las causas del incidente, comienzan a emerger datos que apuntan a una tormenta perfecta de factores técnicos, meteorológicos y estructurales.
Tanto Redeia, operador del sistema eléctrico español, como la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), habían advertido en repetidas ocasiones del riesgo creciente de un colapso energético. En sus informes se señalaban los desafíos derivados de la alta penetración de energías renovables en la red sin la implementación de suficientes mecanismos de respaldo ni capacidad de almacenamiento energético.
CONDICIONES EXTREMAS Y EXCESO DE RENOVABLES
Según datos del operador portugués REN, el apagón se desencadenó en un contexto meteorológico excepcional, caracterizado por altas temperaturas y fuertes vientos. Esta situación provocó un fenómeno conocido como grid galloping, una oscilación mecánica en las líneas eléctricas de alta tensión que puede desestabilizar gravemente el sistema.
En ese momento crítico, un 70% de la generación eléctrica en la red española provenía de fuentes renovables, especialmente solar y eólica. Estas fuentes, aunque fundamentales para la descarbonización, poseen una baja inercia eléctrica, lo que reduce la capacidad del sistema para responder con rapidez y estabilidad ante perturbaciones.
La Red Europea de Gestores de Redes de Transporte de Electricidad (Entso-e) confirmó que la red eléctrica sufrió una caída de frecuencia de 0,15 Hz, una desviación considerable respecto al estándar europeo de 50 Hz. Esta anomalía fue suficiente para activar sistemas de protección y desconexión automática, lo que provocó una cadena de fallos en cascada.
Posteriormente, Red Eléctrica de España reconoció que el punto de origen fue una subestación situada cerca de la frontera con Francia, clave en la interconexión energética entre ambos países. La interrupción del flujo eléctrico en ese nodo estratégico desencadenó un efecto dominó que dejó sin suministro a millones de hogares y empresas.
ADVERTENCIAS IGNORADAS
El apagón parece confirmar las previsiones incluidas en informes recientes de la CNMC, que alertaban sobre las oscilaciones de tensión y la disminución de la demanda como elementos de riesgo para la red. También Redeia, en su informe anual, señalaba la creciente vulnerabilidad del sistema debido a la desaparición de fuentes de generación firme como la energía nuclear, y a la incertidumbre respecto al papel futuro de los ciclos combinados de gas.
Para muchos expertos, el incidente evidencia una necesidad crítica: dotar al sistema eléctrico de capacidades de almacenamiento energético capaces de suplir las carencias de las fuentes renovables. El analista energético Víctor Baeschlin advierte que, sin tecnologías como baterías de gran escala o hidrógeno verde, el sistema carecerá de los reflejos necesarios para evitar nuevos apagones.
“Sin almacenamiento suficiente, dependeremos inevitablemente de fuentes más predecibles como el gas o la energía nuclear”, señala.
LA INDUSTRIA OTRA VÍCTIMA SILENCIOSA
La gran industria, especialmente la intensiva en energía, también ha comenzado a mostrar signos de preocupación. En los últimos años, ya se habían implementado interrupciones programadas de suministro a grandes plantas como medida preventiva durante momentos de estrés eléctrico. Estos episodios reflejaban una red más vulnerable de lo que se creía, anticipando lo que ahora se ha convertido en realidad.
El histórico apagón podría marcar un punto de inflexión en la política energética europea. Si bien la transición hacia energías limpias es ineludible en la lucha contra el cambio climático, este evento subraya que no basta con sustituir unas fuentes por otras: es necesario reformular la arquitectura del sistema eléctrico para garantizar fiabilidad, estabilidad y seguridad.
El futuro de la energía en Europa dependerá no solo de cómo se genera, sino de cómo se gestiona y cómo se almacena. Este apagón, lejos de ser solo un fallo técnico, es también una llamada de atención.
Fuente: Hoy Aragón