Con un potencial sin precedentes, la región apunta a convertirse en un líder global en la transición energética, enfrentando desafíos de inversión y desarrollo.
Oriente Medio y África tienen el potencial de convertirse en líderes globales en energías renovables durante la próxima década, gracias a su abundancia de recursos como energía solar, eólica, hidroeléctrica y geotérmica. En África, iniciativas como las soluciones de energía distribuida buscan cerrar brechas en acceso energético, especialmente en áreas rurales, mientras que en Oriente Medio, países como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos están liderando proyectos de gran escala para diversificar sus economías dependientes de los combustibles fósiles.
Sin embargo, desafíos significativos persisten. África ha recibido menos del 3% de la inversión global en energías renovables durante las últimas dos décadas, mientras que en Oriente Medio, la geopolítica y la falta de políticas integradas complican el avance. Organismos como IRENA y el Banco Africano de Desarrollo promueven estrategias para superar estos retos y asegurar que ambas regiones aprovechen su posición estratégica en la transición energética global.
Los beneficios potenciales incluyen un aumento del PIB regional, generación de millones de empleos y una mejora sustancial en bienestar humano y medioambiental para 2050.
Fuentes: El Periódico de la Energía, Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), Análisis de Bloomberg y Financial Times sobre inversiones en energías renovables.
Oriente Medio y África están en la cúspide de un cambio energético transformador. Con vastos recursos naturales y una creciente presión global para la descarbonización, estas regiones emergen como actores clave en el futuro de las energías renovables. Sin embargo, alcanzar este potencial requerirá superar barreras históricas y actuales en infraestructura, inversión y acceso tecnológico. Este artículo explora las oportunidades y los retos que moldearán el papel de estas áreas en la transición energética mundial.
La riqueza en recursos renovables
África y Oriente Medio poseen una abundancia de recursos renovables. La región cuenta con altos niveles de irradiación solar, vientos sostenidos en áreas específicas y un potencial hidroeléctrico y geotérmico significativo. Por ejemplo, África Central y Meridional no solo alberga recursos energéticos, sino también minerales críticos para tecnologías como baterías y turbinas eólicas. Según IRENA, estas regiones tienen el potencial de liderar la transición energética global si logran construir sistemas energéticos modernos y sostenibles.
En la última década, Oriente Medio también ha incrementado su capacidad instalada en energía renovable, especialmente en energía solar. Países como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos están invirtiendo en proyectos de gran escala, como NEOM en Arabia Saudita, que busca convertirse en una ciudad completamente alimentada por energías limpias.
Desafíos persistentes
A pesar de este progreso, menos del 3% de las inversiones globales en energías renovables han llegado a África en los últimos 20 años. Esto se traduce en tasas bajas de electrificación, especialmente en África subsahariana, donde aproximadamente 900 millones de personas carecen de acceso a fuentes limpias de energía. Oriente Medio enfrenta desafíos similares en regiones menos desarrolladas, pero con una infraestructura más avanzada en los estados del Golfo.
El reto no solo es financiero. La falta de políticas integradas, instituciones débiles y la dependencia de los combustibles fósiles son barreras estructurales que deben abordarse. Además, las tensiones geopolíticas y la inestabilidad en algunas zonas complican aún más la atracción de inversiones extranjeras.
Un camino hacia el liderazgo
La caída en los costos de las tecnologías renovables, combinada con un aumento en la demanda de energía limpia, presenta una oportunidad única para ambas regiones. Iniciativas de organismos internacionales como IRENA y el Banco Africano de Desarrollo buscan cerrar estas brechas mediante inversiones en soluciones distribuidas como minirredes y sistemas autónomos que faciliten el acceso a electricidad en áreas remotas.
Los beneficios de una transición energética inclusiva van más allá del ámbito medioambiental. Según estudios, esta transición podría aumentar el PIB regional en un 6.4%, generar millones de empleos y mejorar los índices de bienestar hasta en un 25% para 2050.